miércoles, 25 de agosto de 2010

Brenda María Rodríguez Juárez, Maestría en Sociología, ICSyH - BUAP

La representación descendente disciplinada y disciplinaria. Fotografía de retrato penitenciario


Introducción:

El 2 de abril de 1891 fue llevada a cabo la inauguración de la Penitenciaría para Varones del Estado de Puebla, hecho que trajo consigo reordenaciones conceptuales dentro del sistema penal poblano en lo concerniente al delito, al delincuente y a la pena. La puesta en marcha de la pena de reclusión en una construcción penitenciaria requirió de una “nueva justificación moral o política del derecho de castigar” (Foucault, 1975/2000, p. 15). La penitenciaría – además de ser el espacio material de la ejecución de la pena de retensión – devino en observatorio y en laboratorio donde eran practicadas técnicas disciplinarias para el encausamiento y encauzamiento de la conducta del agente antisocial. Por tal razón, no fue casualidad que el médico militar Francisco Martínez Baca – uno de los técnicos especializados y dedicados a la ortopedia moral dentro de la casa de rehabilitación – escribiese con convicción que:

El hospital es el gabinete del clínico; el manicomio, lo es del alienista; el de los que estudian el derecho criminal y la medicina legal, deberá ser la prisión; allí donde están confinados, amontonados, todos los elementos de la fermentación y de la descomposición social. Ningún lugar más á propósito que éste para la observación [sic].


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