martes, 30 de julio de 2013

Agustín Porfirio González González. Maestría en Sociología, ICSyH-BUAP

“Sólo en el fandango se aprende”.
Las prácticas de lo jarocho en el Movimiento Jaranero.


Introducción:

“Al año próximo me fui a vivir a Tlacotalpan, "la tierra de los soneros",
que a los pocos meses descubrí que no era cierto. Al contrario, pasé
muchas vergüenzas por decir que me gustaba el son, sobre todo con los
chavos de mi edad que me empezaron a llamar pariente o ranchero —así
le llamaban a los que tocábamos la jarana..." (Gutiérrez Hernández, 1996: 17)


Aún recuerdo con claridad la primera ocasión que presencie un fandango. Corría el 2007 y por motivos laborales me encontraba en Tlacotalpan realizando una pequeña investigación en relación a la festividad de la virgen de la Candelaria. Era la primera vez que visitaba el lugar, todo era tan extraño y a la vez atractivo (producto, tal vez, del ánimo ocasionado por ser ese el inicio de mi carrera laboral en el campo de la antropología). De Tlacotalpan, había escuchado historias que compartían compañeros en los pasillos de la facultad. 
Hablaban de los fandangos, de las peripecias que corrían al acampar en la población, de las
jaranas y de las largas noches de farra y fiesta; nada más. Así mismo, había visto algunas
fotografías y estaba en la lectura de un pequeño libro que compre en un céntrico bazar en la
ciudad de Xalapa, se trataba de la obra de Ricardo Pérez Montfort (1992), Tlacotalpan, la
virgen de la Candelaria y los sones. –ideal para los incautos que como yo, poco sabían de
lo que ocurría año con año en la localidad–. A la par de esto, el profesor que me asesoraba
en esta expedición al “campo” me dio algunos consejos (que luego resultaron invaluables
estando en el lugar) en relación a la alimentación, el hospedaje y los personajes que me
ayudarían a realizar las entrevistas y conocer las festividades que se celebran en honor a la
virgen.

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